Querétaro, una de las ciudades más emblemáticas de México, es famosa por su acueducto, conocido como Los Arcos. Más allá de su imponente arquitectura, este monumento guarda una hermosa leyenda de amor que ha perdurado a través de los siglos. Descubre la historia detrás de esta maravilla arquitectónica y el romance que inspiró su construcción.
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La leyenda de amor sobre el Acueducto de Querétaro
A finales del siglo XVII, Santiago de Querétaro enfrentaba serios problemas con su suministro de agua potable, el cual era insuficiente y de mala calidad, causando enfermedades y otros trastornos entre los habitantes. En 1721, un grupo de monjas capuchinas llegó al recién fundado Convento de San José, solo para descubrir que la situación del agua en la ciudad era crítica. Estas religiosas buscaron la ayuda del Marqués de la Villa del Villar del Águila, Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, quien se había declarado su protector.
Don Juan Antonio de Urrutia, un noble de origen español, había sido nombrado Regidor perpetuo de la Ciudad de México y luego se estableció en Querétaro. Durante una visita al convento, quedó cautivado por la belleza y pureza de una joven monja llamada Sor Marcela, sobrina de su esposa. Sor Marcela, a pesar de sus votos religiosos, también sintió una profunda conexión con el marqués. Sin embargo, decidió mantener su amor platónico y puro, pidiéndole que demostrara su afecto ayudando a la ciudad.
Movido por el amor y la solicitud de Sor Marcela, el marqués decidió emprender un ambicioso proyecto: construir un acueducto que llevara agua limpia a Querétaro. Encontró una fuente adecuada, el “Ojo de Agua del Capulín”, en el pueblo de San Pedro de la Cañada, y comenzó la construcción de una enorme alberca y una atarjea que conduciría el agua hasta la ciudad.
¿Cuándo se construyeron los arcos de Querétaro?
El 15 de enero de 1726, inició la construcción del acueducto, una obra monumental que consistía en una arquería de 1,280 metros de longitud, con 74 arcos de cantera que alcanzan una altura máxima de 23 metros. La complejidad de la obra requirió una gran cantidad de materiales y esfuerzos, pero finalmente, el acueducto se completó, llevando agua potable a Querétaro y mejorando la calidad de vida de sus habitantes.
Aunque el amor entre Don Juan Antonio de Urrutia y Sor Marcela nunca pudo materializarse en una relación convencional, el acueducto de Querétaro permanece como un testimonio eterno de su devoción y sacrificio. Una de las fuentes construidas en honor al marqués, conocida como “La Fuente del Marqués”, muestra cuatro perros bebiendo agua alrededor de una estatua de Don Urrutia, simbolizando el amor y generosidad que impulsaron esta magnífica obra.
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