Un amor prohibido. Un noble dispuesto a todo. Una ciudad en crisis. Detrás de la majestuosa arquería que atraviesa Querétaro no solo hay ingeniería y cantera, sino un juramento silencioso que jamás se rompió. Esta es la historia de un amor imposible que, en lugar de consumarse, se convirtió en piedra y agua, para nunca morir con el Acueducto de Querétaro.
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Una monja y un marqués, esta es la historia de amor que originó la construcción del Acueducto de Querétaro
A finales del siglo XVII, Querétaro sufría una crisis de agua. Las enfermedades se propagaban y la sed castigaba a los habitantes. En 1721, un grupo de monjas capuchinas llegó al Convento de San José, solo para encontrar que la situación era aún más grave de lo que imaginaban. Entre ellas, estaba Sor Marcela, una joven de gran belleza y noble espíritu, quien pronto capturó la atención de un hombre poderoso: el Marqués de la Villa del Villar del Águila, Don Juan Antonio de Urrutia y Arana.
Don Juan Antonio era un hombre casado y de linaje español. Pero cuando vio a Sor Marcela, algo en él cambió para siempre. Su amor no era posible, no en esta vida, no bajo las reglas de la iglesia. Y, sin embargo, ella también sentía algo. No podían decirlo, no podían admitirlo, pero lo sabían.
Él quería demostrar su amor, ella no podía aceptarlo. Entonces, Sor Marcela le pidió lo único que sí podía permitir: ayudar a Querétaro a sobrevivir. Si realmente la amaba, debía hacer algo más grande que sus propios sentimientos.
El sacrificio que se convirtió en leyenda
Así comenzó la historia del acueducto. Don Juan Antonio encontró el agua en el Ojo de Agua del Capulín, en San Pedro de la Cañada, y decidió construir una arquería monumental para llevarla a Querétaro. No era solo una obra hidráulica, era su manera de entregar todo lo que sentía, sin pedir nada a cambio.
El 15 de enero de 1726, la construcción inició. 74 arcos, 1,280 metros de largo, 23 metros de altura. Piedra sobre piedra, el marqués dejaba su amor enterrado en la obra. No hubo cartas ni promesas, solo el sonido de los cinceles y el agua corriendo.
Cuando el acueducto se terminó, la ciudad floreció. Pero ni Sor Marcela ni el marqués pudieron ser felices juntos. Ella siguió su camino en el convento, él en su hogar. Nunca más se vieron, pero cada amanecer sobre los arcos de cantera recordaba lo que pudo haber sido.
Hoy, el acueducto no es solo un ícono de Querétaro, es un testamento de amor y sacrificio. En la Fuente del Marqués, donde cuatro perros beben agua en torno a la estatua de Don Urrutia, aún resuena la historia de quien amó en silencio y construyó un monumento para recordarlo.
¿Dónde ver el Acueducto de Querétaro?
Si quieres admirar esta historia hecha piedra, estos son los mejores lugares para hacerlo:
• Mirador de los Arcos
• Ubicación: Ejército Republicano 47, La Santa Cruz, La Pastora, Centro Histórico.
• Desde aquí puedes ver la arquería completa y sentir el peso de la historia.
• Calzada de los Arcos
• Caminar bajo los arcos te permite vivir la majestuosidad de la obra y descubrir restaurantes con vistas espectaculares.
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